22 de febrero de 2013

Para no repetir la historia


Era de esperarse tal suceso, como la lluvia ante el preludio de borrascosas nubes. ¿Dónde había quedado su propia identidad? Mezclada entre impuros intentos de educación y marginación estándar seguramente. La explosión de su propio ser entre telarañas de oscuros encajonamientos fue inevitable.

>> ¿Qué es lo que pienso? – contestó eufórica – pienso que todo esto me chupa un huevo.

Abandonó de inmediato el salón que siempre estaba rodeado de extensas bancas y nulas identidades que igual que las paredes blancas, solo reflejan todo lo brillante que se les anteponía en frente. La religión le había enseñado a ser un conjunto, en lugar de ser una unidad. Y hoy que particularmente no tenía ánimos de arrodillar su voluntad frente a nadie fue terrible. Porque no se postró ante el altar, le metieron primero un carajaso que le recordó su punzante dolor de cabeza y no pudo evitar la instantánea reacción de segundera y directa respuesta –dígase mandar al carajo a las monjas, al sacerdorte y luego escupir en la sagrada capilla - . Las monjas la tomaron de las dos manos, y se la llevaron a rastras. Entre estos sucesos en el dicho establecimiento se susurró que la Martita tenía el diablo dentro y que la estaba exorcizando el padre Juaquín.  La Martita era la niña de pelo enmarañado y churoso traída cuando sus padres  -cirquenses vale decir- murieran por cierto extraño incendio cuando su caravana cerca de la iglesia se paró. Martita era la niña de media estatura, Martita era la niña que dibujaba y jugaba fútbol. Luego Martita fue la chica que odiaba a las monjas y se contrabandeaba libros. Martita fue la joven que el padre Juaquín casi viola. Martita fue la joven que les agarró a golpes causándoles casi l muerte a todos estos carceleros santos y salió huyendo para formar su propio circo. Su propio circo para que ojalá no se repita la historia. 

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