25 de junio de 2012

438 días


Son las 10, hora de irse.
Me despido, te despides.
Mañana se supone será otro día.
Pero no quiero otro día, quiero otra noche.
Quiero que te quedes más tiempo, quiero que me mires.
Permanece aquí, ¿10 minutos más? De acuerdo 10 minutos solamente.
Nos quedamos ahí sin hacer nada, sólo mirando, esperando encontrar la presencia del otro.
La presencia que se busca, que se buscan jalando nubes y bicicletas viejas, tratando de hallarse.
Pero hoy es diferente, desde hace tiempo es tan diferente. Hoy son sólo las “10”, la noche es joven.
Ahora se ha perfeccionado la técnica, pero de alguna extraña manera no se ha roto la promesa.
Quiero comer, pero tú no comías ¿recuerdas? O eso es lo que yo recuerdo en el humo.
Y Facundo Cabral me dice que no estoy deprimido tan sólo estoy cansado.
Yo no creía que estaba con la depresión, creía que no estaba nada.
Estar nada, es peor que estar deprimido. Y me pregunto.
Me pregunto si será por eso que pienso.
Sí, puede ser que me acostumbré.
O me estaba acostumbrando.
A no estar solo otra vez.
Pero no le temo.
Ven a mí.
Soledad.
Te ataré a mí para espantar a la gente.



Son más de 438 días, 

Aururu

20 de junio de 2012

Victoria III


Hoy me le declaré a la Victoria.

No sé que me pasó, veíamos el fútbol, la Eurocopa . Todo bien con amigos y amigas de los dos, porque ya me quité lo espantado de encima y le hablé más allá del saludo. Y le hablé, y le pedí el número, y ella me pidió el mío; y nos escribíamos y nos hablábamos y nos veíamos…

Y nos veíamos.

Y ya pues, hoy justo en el fútbol se me ocurre decirle. Se me ocurre llevarle a un rinconcito en medio del segundo tiempo, ella chupándose un dedo de salsa de nachos estaba; yo me la agarré para contarle según le dije algo sumamente importante. Ella toda preocupada me siguió viendo mi cara de angustia, ¡qué cara debí haber tenido! y luego toda asustada me pregunta que qué pasa, y yo espabilado sólo le podía mirar y ni una maldita palabra me salía de la boca, toda esa euforia del Gol que me hizo decidirme decirle se había ido y yo que me mandaba al carajo en mi mente por ser marica. ¡Una chica no más era! A cuántas no me le había declarado antes, a cuántas no era antes que les he dicho que eran bonitas, preciosas, que les había echado los perros y habían caído de una. Pero no, con la Victoria no podía. 

Es que era la Victoria.

La Victoria que era todo un misterio, la Victoria que sonreía a lo lejos a todos, la Victoria que puccha además de bonita media inteligente había salido. La Victoria que era otra historia diferente, que de pies a cabeza me hacía que temblara, que hacía que mi ego se desinflara como globo llenito de aire pinchado por aguja puntiaguda.

Pero ya nada, ahí creo que le grité. Le grité que me gustaba, que le quería, que quería tener algo con ella. Que como amiga ya no quería tenerla. Que la necesitaba más que nada, que quería que mi novia fuese.

Y ahí estaba pues ella transformando la sonrisa que al principio de todo me brindaba en un a sorpresa y rubor, para pasar luego a ser línea rígida y tensa en sus labios. La primera reacción me la esperaba, era algo natural. Pero esa línea rígida no era señal de conquista, eso era seguro. Y la duda me llegó y se confirmó cuando la Victoria me decía las dos palabras pues, esas dos palabras que todos nosotros que somos locos y enamorados no queremos ni leer, ni escuchar ni ver: Lo siento. Ese “Lo siento” que te deja en la “zona de amigos”, pero peor que eso es escuchar luego de ese catálogo de “zona de amigos” que todo el tiempo ha tenido novio.

Eso si me cayó como baldazo de agua fría. ¿Por qué madres no se me ocurrió preguntarle si estaba amarrada? Era para pegarse un tiro en la mano y luego ponerle limón y sal. Qué idiota, carajo. Yo bien tonto que no le pregunté desde el principio, yo de gana que me hice ilusiones. Qué idiota, ¡qué idiota, pucta!

Pero algo no encajaba, la man no tenía ese mirada de “lo siento solo te quiero como amigo”. No, nada que ver. Tenía mirada de “Mierda, te quiero pero no puedo estar contigo”. ¡Tenía esa bendita mirada! Ay, cómo me latió el corazón de tristeza y de alegría, cómo me regocijé y me entristecí, cómo subí al cielo y caí de picada infierno y viceversa. Y viceversa.

Yo sé que me quieres Victorita, lo veo en tus ojos. Y lo siento ahora que me estás abrazando toda arrepentida. Yo sé que me quieres… ¿Por qué no me quieres aceptar que me correspondes? En el fondo se escuchaba que había metido otro gol y todos vitoreaban alegremente. En cambio aquí la Victoria lloraba en mis brazos que la esperaban tenerla de otra manera.

¿Por qué Victoria, Victorita? ¿Por qué?




Oniria encuentra a Insonmia, los dos se llevan bien -Love of lesbian,


Aururu

18 de junio de 2012

La opción que se nos escondió

Texto escrito para la cátedra de "Desarrollo del Pensamiento" 
UIDE 2012

Vendrán a pensar los entendidos y sabios, que la sociedad está más podrida, más fea, menos unida. Vendremos nosotros, los jóvenes, adrenalínicos humanos, a tratar de callarles la boca cuando tienen en realidad mucha razón.

¿Valores? ¡Oh, sí Valores! Esa palabra que se nos escapa como moralistas bien formados. Hablamos de valores en todos lados: en la calle, en la casa, en la familia, en nuestro lugar de trabajo, en nosotros mismos. Valores que según dice se fundamentan cuando somos chiquitos, que se abstraen como néctar en todas nuestras acciones y que finalmente se ven como surgen cuando la “juventud” nos ha tocado la puerta de la vida, de la edad.

Pero ¿hablar de valores en la juventud? Osadía diría yo. Osadía que el ecuatoriano viene a tomarse para creer que la “moralidad” es el meollo de la vida de los jóvenes. No, a los jóvenes se nos planta una sola idea en la mente cuando se nos quiere empezar a formar en lo que será este trajín de sociedad, de trabajo, de fundamental dinero. Se nos planta la idea de “ser exitosos”

Y ser “exitoso” implica el “egocentrismo del yo”. Y partiendo de ese punto, simplemente no podemos decir con autoridad que vivimos en una “sociedad fundamentada en los valores”. Se nos impone para alcanzar esta “idea” del “éxito total” el sentido de egoísmo, que aunque no lo notemos es algo que aparece en nuestra no consciencia, se reproduce y multiplica, y cuando nos damos cuenta todas nuestras acciones se ven basados en estos silenciosos componentes de egoísmo, que trascienden en el miedo, en la ira, en la impaciencia y en la mediocridad y vaguería.

Para empezar a hablar de valores en esta nuestra juventud, primero debemos dejar de lado el exclusivo paradigma el éxito, empezar a formar nuestras mentes, apasionarnos en nuestros ideas y sobre todo considerar que aunque nunca nos lo hayan dicho “el fracaso” es una opción, y si esa opción se nos presenta: no significa el final del mundo.

¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de paciencia y asco?
¿sólo grafitti? ¿rock? ¿escepticismo?
también les queda no decir amén
no dejar que les maten el amor
recuperar el habla y la utopía
ser jóvenes sin prisa y con memoria
situarse en una historia que es la suya
no convertirse en viejos prematuros

¿qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de rutina y ruina?
¿cocaína? ¿cerveza? ¿barras bravas?
les queda respirar / abrir los ojos
descubrir las raíces del horror
inventar paz así sea a ponchazos
entenderse con la naturaleza
y con la lluvia y los relámpagos
y con el sentimiento y con la muerte
esa loca de atar y desatar

¿qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de consumo y humo?
¿vértigo? ¿asaltos? ¿discotecas?
también les queda discutir con dios
tanto si existe como si no existe
tender manos que ayudan / abrir puertas
entre el corazón propio y el ajeno /
sobre todo les queda hacer futuro
a pesar de los ruines de pasado
y los sabios granujas del presente.


Mario Bennedetti.

Así ahora que ya somos jóvenes, sería inútil solamente cambiar.  Debemos evolucionar, evolucionar para que las ideas sin cadenas que nuestros antepasados nos han heredado se fundamenten, se hagan realidad. Salir de la crisálida que nos encierra, y comenzar a transformarnos. Pensar que las ilusiones se pueden cambiar por realidad, y finalmente callar con fundamento a los ancianos curuchupas que creen que ya todo está perdido.

Mi nombre lo firma
18 de Junio del 2012, 

Aururu



8 de junio de 2012

Victoria II


-Oye ve, ¿esa no es la que tiene loquito?

Y se ríen de mí, los cabeza dura de vagos que tengo como amigos. Que disque los llamo panas, el pan es hasta rico. Éstos sólo me sirven para darme dolores de cabeza.

-¡Salúdale pues! – me susurra tratando de disimular uno.
-O por lo menos crúzate, para que disque la saludes. – trabalengüea el otro.

Los dos joden como ladilla. Y cómo no cuando los has tenido como plaga desde que podrías proclamar que entraste a conocer la vida. Bah, estos al final de cuentas, con migrañas y todo amigos parecen ser. Ya, ya. Amigos son.

Y dicho y hecho, hecho el loco en el camino de la Victorita me intenté cruzar. Hoy se le había ocurrido ir con vestido. Se la veía toda cremosa con ese color, y su cabello como siempre recogido estaba. Oh, pero miren que casualidad que sus zapatos hacen el perfecto combinado para llamarle: muñeca. Pero no, a la Victorita se la debe llamar muñequita, así como que toda delicadita se la ve. Tan linda, bellísima. Parece que viene de apuro, ojalá me vea con el rabillo del ojo. Y ojalá yo le detecte esa mirada de “Oh, nos conocemos. Tomamos la misma clase. Saludémonos.” Ay, ojalá, ojalá.

Y ahí estaba pues la mirada cuando estábamos cerca de cruzarnos. Como fortuito encuentro una burbuja de espacio se formó sólo entre los dos, esa clásica burbuja que los demás te la dan cuando vas a saludar con alguien; como quien pudiera percibir que se necesita otro espacio paralelo para saludar alguien en mis circunstancias.

-¡Hola!
-¡Hola! – “concéntrate en responder, concéntrate en responder” repetía la razón de mi -cabeza.
-Hola –repitieron los dos a mis costados. Aish, esfúmense idiotas.
-Hola – saluda ella a ellos, tan educada la Victorita. Ella siempre tan educada.
-Frank,             Willermo – salen de mis labios los nombres de estos cabeza dura como si pronunciar y señalar me fuese un movimiento corporal explícito. Y la Victoria les sonríe.
-¿Qué tal cómo estás? – dirigiéndose a mí empieza la típica rutina. Es de odiar esta estúpida rutina de preguntas. Pero, Ay, si su boquita se ve tan bien haciéndola. De gana molestarse.
-Yo bien, bien todo bien. ¿y tú? ¿qué tal tus clases?
-Bien gracias. Ahorita me estaba yendo a una que tengo un profe medio loco con el tiempo y siempre hay que llegar antes que él esté. – Mierda. Aquí acabó la conversa que hubiera querido que unos segundos más dure, ni modo.
-Así hay profes pues. Entonces nos vemos otro día o en clase. – corté como caballero, la conversación que la dama sutilmente dio indicio de ser terminada. 
-¡Sí, nos vemos otro día! – mira el reloj – ¡Chao Emilio! – dice mientras sale corriendo -seguramente a su clase.

Pero algo más que el sólo verla correr se me grabó. Mi nombre pronunció, ahí en medio de una charla cortada súbitamente. ¡Dicha divina de los dioses y los antidioses! ¡Recuerda… Conoce mi nombre! Puedo declarar que no soy una fantasma en su memoria, puedo declarar que he de ignorar más mis pensamientos de un letargo de imágenes, puedo declarar que soy alguien para ella. Y ahora como Victoria en las matemáticas, me quedo espabilado.

-Oye loco, bonita está.
-Sí, para qué. Pero no te ilusionarás mucho no más.

Sí, puedo escucharlos par de sensatos. Pero es que no la ven, no la ven ahí corriendo a la muñequita que tiene vida. No ven que la muñequita sabe mi nombre y lo ha pronunciado con su voz. La bailarina. Parece que bailara mientras corre. Y en cuatro tiempos simula que va marcando el ritmo, componiendo la canción que en mi mente suena. La canción que repite mi nombre con su voz, como una droga. Ay, Victoria. Ay, Victorita.


Victoria, la bailarina. Victoria, la sonreída. Victoria, la muñeca. Victoria, la Victorita.

La felicidad la golpeó como un tren - Florence+TheMachine,

Aururu

7 de junio de 2012

Victoria


Para mi amigo baterista detrás de la pantalla, Feliz Cumpleaños.


Victoria es hermosa. Inocencia con fluorescencia su rostro es. Mírenla en su sonrisa, sus ojos violetas están. Bellísima se ríe delante del profesor, el problema de matemáticas no puede resolver. Se ríe de sus propios errores, de su torpeza de nervios, se ríe sin poder resolverlo. Dímelo, dime el producto del numerador. Ay, tan linda se la ve cuando sonríe. No seas mushpita, que al profe las sonrisas no le convencen para ser más paciente, mejor sonríeme a mí que yo te lo explico. Te explico las matemáticas, te enseño a coger el lapicito despacito para resolver el binomio. Me pregunto a qué se sentirán, a qué sabrán tus manos. Me pregunto qué miraré al regresar de la profundidad de tu retina, ah, tu retina que no tiene abismo. Y me toca pasar a la pizarra, Ay, las piernas me tiemblan y yo queriéndole mirar a la Victoria y las manos me tiemblan. Pero la voz no desfallece, firme debe escucharse. Me siento de nuevo terminado en ganancia esa pequeña lucha de números y la Victoria en las matemáticas sigue estando espabilada. Mírame a mí Victorita. Déjame ser una vez el que te haga sonreír, déjame preceder tu caminar y secretamente, en el cuarto de hora de coraje,  susurrarte “Vicky” para corriendo a mi llamado, ay Victorita, te transformes en victoria. 




Un minuto de silencio por todas esas mariposas en el estomago que el orgullo mató. - gitanourbano,

Aururu