19 de mayo de 2012

Frecuencia


Joven. Trabaja en biblioteca. AutoMasoquista. Café. 

-Pero ¿qué te has hecho?  
Me preguntó con temible voz, una voz entre enfurecida y atemorizada. Esa clase de tonalidad que puedes sólo percibirlo si tienes el suficiente cuidado, porque suele escaparse hacia uno de los dos lados y no quedarse en la mitad de esas dos emociones. En esa mitad que no significa equilibrio sino incertidumbre.  Me limité a desviar la mirada. 
-Accidentes, tú sabes. Accidentes
Aparté su mano de mi hombro.
Se había dado cuenta porque esta ocasión me olvidé colocarme mi suéter porque el calor casi infernal pudo más que m instinto de no hacer visible mi cuerpo. Estar así, con parte de mi piel a la vista normal, no ocurría con mucha frecuencia, porque yo no suelo ir con muchas partes descubiertas de mi cuerpo a cualquier lugar que me dirija o en cualquiera parte que esté.
Utilicé de inmediato la excusa de tener hambre, me aferré a la excusa por la cual había acudido a verle. Invadí de inmediato su cocina buscando trastos, ollas y café; y trataba de hablar sin para de cualquier cosa que a mi mente viniese.
-Mentiras, puras mentira
Dijo de improviso con su cuerpo apoyado en el umbral de la puerta, dirigiéndome la palabra de nuevo.
-¿Mentiras? Cómo puedes decir eso, te estoy diciendo que Cristina estaba totalmente furiosa porque Hugo no había bien archivado los contemporáneos en su lugar. Y es completamente cierto yo le vi, aunque como te dije ese día lo que ofrecí mi ayuda pero siempre este como soberbio….
-Mentira
Repitió dirigiéndose hacia mí. Mis nervios se activaron el pequeño botón de “switch” de mi cuerpo, alertándome, colocándome a la defensiva.
-… no… quiso mi a-ayuda porque… porque cree que yo quiero sólo… emh… sólo quedar bien y…
 No pude continuar con mi palabrería, había llegado ya a mí.
-Mentiras, ¡puras mentiras!
Me gritó cerca de mi cara tomando uno de mis brazos.  Deseaba pronunciar su nombre, nada salía de mis labios. Le miré para toparme con ojos emanando furia destructiva de bomba atómica.
-Lo siento…
Susurró mi no conciencia por mis labios.
-Basta ya, ¿no te lo he dicho?
 Agarró mi cuerpo como si quisiera fusionarse.
 – Ya te lo he dicho, me perteneces... Me perteneces, no quiero que nadie te haga daño. Tampoco que te dañes.  
Lo había ignorado. Su ausencia y mi preocupación de la vida habían hecho ignorar un agregado que debía mantenerlo en mi memoria. El recuerdo de mi propio ser extinguido en la luz artificial, luz artificial que siempre trataba de teñirla de sangre para saber que estaba dentro de la vida. El recuerdo de la ceguera aplacada a la declaración que un día esa persona me hizo:

Masoquista, eres masoquista. Deja de lastimarte, deja se sufrir por tu cuenta. No soy una pintura en la pared, me tienes a mí. Para ya, y si no es por tu voluntad yo te lo ordeno. Para ya, porque me perteneces, en la medida que yo te pertenezco a ti. Porque no quiero que quien amo se lastime.”

Oh, sí era eso. Disque era amor, aún no me lo creía. No me lo creo; pero por lo menos la sensación de “pertenencia” era vívida. Y a eso me aferraría, me aferraría a su cuerpo como se aferraba al mismo y sentiría que pertenezco al Dios de carne y hueso y que me ordena dejar de lastimar, que me ordena cuidarme, que me guía hacia la oscuridad más hermosa que la tediosa luz artificial. A falta de lágrimas comencé a hiperventilar.
Y todo se entendió sin palabras y en medio de jadeos. Existían muchas cosas, las cuerdas hacen que vibremos y nosotros vibrábamos en una misma frecuencia. 


Joven. Trabaja en biblioteca. Automasoquista. Café. 


Vuelvo a recordar que debo seguir dando forma a Lorena y Martín, 

Aururu



Desde hace tiempos recordables me han dicho masoquista.

¿Será verdad?

No busques la verdad. Ella siempre está ahí con vestido transparente,

Aururu

17 de mayo de 2012

En la Sajonia compro mis joyas.


Venga pues a comprar, en la Benalcazar a caminar.
Lindo paisaje ofrece, hasta en la iglesia ha de poder entrar.
Mejor rápido, rápido; corra casi a la esquina. 
A lado de ese puestito de dulces y confites,
Encontrará a Doña Marget buscándole, ofreciéndole: 
“¿Anillo de grado quiere?, para mañana ya está” 
"Esclavas de Oro también tengo" 
"Una pila mi don, ¿de cuál es que quiere?"
"Un rosario de plata recién me llegó, bien bonito verá" 
Separe su joyita garantizada, 
no deje que le timen ni que agarrren
Ni le cambien su oro, por latón. 
La Joyería Sajonia, siempre a su disposición. 


Buscando viajar hacia la cocina,

Aururu.

4 de mayo de 2012

Necesito una fotografía con ciertas dos personas


Quito será nuestro fondo, las sonrisas en medio de nuestras cansadas caras serán el testigo de que disfrutamos el tiempo. Las miradas de psicópatas registra  que somos diferentes y por eso nos comprendemos. 
Y el círculo vicioso es de 3x3.
 Siempre mil gracias. 

Aururu