-Oye
ve, ¿esa no es la que tiene loquito?
Y
se ríen de mí, los cabeza dura de vagos que tengo como amigos. Que disque los
llamo panas, el pan es hasta rico. Éstos sólo me sirven para darme dolores de
cabeza.
-¡Salúdale
pues! – me susurra tratando de disimular uno.
-O
por lo menos crúzate, para que disque la saludes. – trabalengüea el otro.
Los
dos joden como ladilla. Y cómo no cuando los has tenido como plaga desde que
podrías proclamar que entraste a conocer la vida. Bah, estos al final de
cuentas, con migrañas y todo amigos parecen ser. Ya, ya. Amigos son.
Y
dicho y hecho, hecho el loco en el camino de la Victorita me intenté cruzar.
Hoy se le había ocurrido ir con vestido. Se la veía toda cremosa con ese color,
y su cabello como siempre recogido estaba. Oh, pero miren que casualidad que
sus zapatos hacen el perfecto combinado para llamarle: muñeca. Pero no, a la
Victorita se la debe llamar muñequita,
así como que toda delicadita se la ve. Tan linda, bellísima. Parece que viene
de apuro, ojalá me vea con el rabillo del ojo. Y ojalá yo le detecte esa mirada
de “Oh, nos conocemos. Tomamos la misma clase. Saludémonos.” Ay, ojalá, ojalá.
Y
ahí estaba pues la mirada cuando estábamos cerca de cruzarnos. Como fortuito
encuentro una burbuja de espacio se formó sólo entre los dos, esa clásica
burbuja que los demás te la dan cuando vas a saludar con alguien; como quien
pudiera percibir que se necesita otro espacio paralelo para saludar alguien en
mis circunstancias.
-¡Hola!
-¡Hola!
– “concéntrate en responder, concéntrate en responder” repetía la razón de mi -cabeza.
-Hola
–repitieron los dos a mis costados. Aish, esfúmense idiotas.
-Hola
– saluda ella a ellos, tan educada la Victorita. Ella siempre tan educada.
-Frank,
Willermo – salen de mis labios
los nombres de estos cabeza dura como si pronunciar y señalar me fuese un
movimiento corporal explícito. Y la Victoria les sonríe.
-¿Qué
tal cómo estás? – dirigiéndose a mí empieza la típica rutina. Es de odiar esta
estúpida rutina de preguntas. Pero, Ay, si su boquita se ve tan bien haciéndola.
De gana molestarse.
-Yo
bien, bien todo bien. ¿y tú? ¿qué tal tus clases?
-Bien
gracias. Ahorita me estaba yendo a una que tengo un profe medio loco con el
tiempo y siempre hay que llegar antes que él esté. – Mierda. Aquí acabó la
conversa que hubiera querido que unos segundos más dure, ni modo.
-Así
hay profes pues. Entonces nos vemos otro día o en clase. – corté como
caballero, la conversación que la dama sutilmente dio indicio de ser terminada.
-¡Sí,
nos vemos otro día! – mira el reloj – ¡Chao Emilio! – dice mientras sale
corriendo -seguramente a su clase.
Pero
algo más que el sólo verla correr se me grabó. Mi nombre pronunció, ahí en
medio de una charla cortada súbitamente. ¡Dicha divina de los dioses y los
antidioses! ¡Recuerda… Conoce mi nombre! Puedo declarar que no soy una fantasma
en su memoria, puedo declarar que he de ignorar más mis pensamientos de un
letargo de imágenes, puedo declarar que soy alguien para ella. Y ahora como Victoria
en las matemáticas, me quedo espabilado.
-Oye
loco, bonita está.
-Sí,
para qué. Pero no te ilusionarás mucho no más.
Victoria, la bailarina.
Victoria, la sonreída. Victoria, la muñeca. Victoria, la Victorita.
La felicidad la golpeó como un tren - Florence+TheMachine,
Aururu
Q genial la historia... no puedo esperar a una tercera parte =)
ResponderEliminarAtt: DargorTheShadoWLOrd
Wow! Emilio was lucky this time! xD How nice it is when that special one pronounces one's name (better yet, recalls it) Cool story, I liked it!!! :)
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