La joven quiteña apartaba el prozac. Lo remplazaba por café, lo complementaba con programación
de diseño, le añade estrepitosos sonidos a sus oídos introduciéndoles
audífonos. Espera a que en algún momento ella
aparezca de nuevo.
-No deberías beber ya tanto café – la reprende señalando el
jarro con la bebida ya fría.
-Si luego empiezo con síndrome de abstinencia no te quejes –
le replica secamente sin dejar de ver la pantalla de la computadora.
-No es eso, te esta doliendo. Te duele y sigues tomando
café, tonta.
-Entonces ven, sé mi droga. – le replica aún sin regresar la
vista.
-Siempre soy tu droga. – le susurra en el oído.
-Sí, lo sé. Lo siento me olvido de que tú me alimentas, mi Dínole. – dijo regresando a ver a la nada de su cuarto.
-Que sea sólo parte de tu imaginación no significa que no
exista. – replicó la voz que siempre se encontraba a espaldas suyas.
-Lo sé, perdón preciosa. – respondió volvió la vista al
titilante cursor de la pantalla, la programación de la interactiva página aún
no estaba completa.
Su perfecta Dínole, era cambiante como una estatua.
Tarareaba junto a ella cada canción
que cantaba. Su Dínole que en la realidad sólo de aire estaba compuesta, que en
la realidad sólo era la idea de un perfecto humanoide hecho exclusivamente para
ella, algo que por su perfecto combinación hipocampal con la tecnología era
tanto humano como máquina. Algo que en una era como la suya no podía existir,
algo que la transformaba en loca, en con tendencias psicóticas, en alguien
antisociable; pero en última instancia en alguien feliz porque ésta, su imaginable Dínole, le apartaba del hueco de soledad
que trataba de comerla con ferocidad.
Los disque “entendidos de la materia”, le había dicho que
sufre un trastorno paranoide cuando ella la presentó. Sus padres creyeron que al
principio todo era una broma para simular un amigo imaginario. Simples mortales que no entendían su infinita y
real presencia.
Dínole para los demás no existía. Para ella era su todo.
Quería sacarle a Dínole de mi cabeza, es medio real,
Aururu
Saludos Aururu.
ResponderEliminarPreciosa historia, dejame felicitarte, en breves momentos cautivabas mi atención haciendo alusión a mi propio vida, a mi realidad, a mi manera de ser. Sigue así tu narrativa es muy buena, felicitaciones.
¡Muchas gracias, anónimo!
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