Yo ya no existo aquí, no soy. Niego los recuerdos que vienen a mí, realizando carreras de alta velocidad para chocarse estrepitosamente contra mis propias e infátuas murallas, igual que sesiguen chocando y cuando todas se apilan caen sobre mi cabeza. Una enorme pila de memorias quebradas que cae sobre mi espalda, mis pequeños omóplatos no lo soportan y se quiebran como yo me he quedrado, todos seguramente. Ahora que mi cabeza no tiene soporte, porque mis omóplatos quedrabos están, lo que hago es girar hacia la derecha para encontrar el sepacio, lo que hago es girar hacia la izquierda para encontrar la multiud, lo que hago es mirar hacia arriba para encontrar la existencia. La enorme existencia. En la distancia una luz se extingue, espero no sea la mía. Reocnozco que engullida estoy, también estoy neurótica, también estoy neurasténica, también estoy todas las ignominias en mi contra, también soy la sal que quedó cuanto todo al final se evaporó. Soy, como Wolf, una muchacha en esta sala. Soy, como Lispector, la joven que se encontró al ver una cucachara. Soy, como Kolwalki, descriptiva. Soy, como la Aururu, una mujer que sigue aquí, que sigue allá, que sigue ahí, que sigue. Que sigue.
Yo tampoco lo entiendo, pero no he respondido.
Aururu