Cruzaban las calles llenas de polvo y cenizas, llenas de Eliécer Cárdenas. Multiformes
circunstancias las reunieron a dicho acto. Una de las tácitas dos muchachas que cruzaban las calles se quejaba del excesivo lodo que manchaba sus zapatos color lavanda que, según decía ella , tenían el mismo olor (seguro cuando recién los compró). La otra, de estas dos anómicas, se quejaba de que la otra se quejara. La primera al oir las quejas de la segunda le gritó que eran zapatos muy caros. La segunda le respondió que sólo eran zapatos y que para caminar se hicieron. La primera indignadísima (sí, con superlativo), con la respuesta de la segunda, alzó la mano y tomó un taxi. La segunda suspiró resignada y siguió caminando porque ni para el bus tenía.
En un mundo ideal comeríamos pan con cola mientras escuchamos a Sven,
Aururu