2 de julio de 2012

Victoria IV


Será que la llamo.
No, mejor no. Supóngase que esté ocupada o que esté dormida. Para qué despertarla si duerme, cruel destino es que te despierten cuando soñando estamos, demasiado feroz es salir súbitamente de la profundidad del sueño sin tener consecuentes secuelas. Ay, pero quiero oír tan siquiera su voz, quiero imaginar su rostro escuchando cada nota de su delgada música cuando habla, quiero presentir que puedo imaginármela a mi lado.
Ay, son ganas tan locas, tan estúpidas, tan inconmensurables. Si la cama hablara me estuviera gritando que por la pucta me quede quieto de una maldita vez. ¡Pero cómo quedarse quieto! ¡Cómo permanecer paciente con la ansiedad de la Victoria! Como bruja parece que me ha hechizado la bendita, la bendita de ojos marrones, de cabello chureado, de blanco rostro. A veces si parece bruja, o mejor un hada. Sí, sí un hada parece un hada porque magia le sobra en cada movimiento y  hasta parece que tuviese alas.
No.
Ya no tiene alas, porque ella no es libre, sigue sin querer librarse, sin querer ser libre. El que te pone la cadena de “mía” alrededor de tu cuello Victorita es ese que está contigo, el que se hace llamar “tu novio”. Ese día me lo presentaste después de que lloraste conmigo ¿no? Me presentaste a la bestia de la bella. Ese tipo que más que hombre parece un animal salvaje, un animal salvaje dispuesto a, si ahora no corres, comerte viva. Tú toda una damita siendo desgarrada por semejante bestia, es una matanza de lo más sangrienta. Una bestia que tan sólo te trata como una despreciable presa.
Yo no te encadenaría. Yo no te pondría bozal, ni cuerdas, ni camisas de fuerza.  ¿Por qué Victorita? ¿Por qué has de permanecer atado a un chancroso tipo como ese, a ese ñero de la última esquina? Victoria, mejor ven conmigo. Sólo decídete. No, mejor ahorita yo me decido. Mejor ahorita yo te llamo; porque me vale pito que estés con el man. Me vale mierda que él se atreva a llamarte “suya” porque es sólo una vil mentira para su gremio de escarabajos que tiene como amigos. ¡Es sólo una farsa, una maldita mentira!
Mejor apreto rapitido el botón 8. Es que la tengo en marcación rápida. Pero el teléfono sólo me timbra, entre eso que pienso las 8 razones del botón 8.
  1. En la numeración de letras su letra está ahí.
  2. Porque es la Victoria y todos los números le calzan bien.
  3. Ay, contéstame. Contéstame.
  4. Déjame oírte. Déjame que tu voz retumbe en mi mente.
  5. Dejar que mis sentimientos la invadan, que le quiten la venda, que me vea.
  6. Ocho razones no serían un número suficiente para decir por qué quererla.
  7. ¡Mírame Victoria! ¡Escúchame! ¡Enamórate! Enamórate de mí
  8. Porque no quiero que sea mía, sino que yo quiero ser de ella.

Y me contesta, yo tiemblo y su voz tiembla. Parecíamos colegiales, de esos que tienen miedo que sus padres prohíban su relación o que el otro no le corresponda. Yo parecía un inexperto colegial a la expectativa de la voz de la Victoria que me hacía hablar tontera y media de la hipnosis. Pero me gusta, me gusta hacerla temblar de duda y pasión. Me gusta que en medio de esa duda, pueda elegirme. Y yo pueda libremente moler a golpes al cerdo ese cuando ya no tenga que ni cruzar el saludo contigo. Venga pues Victorita, llámame por mi nombre. Pronuncia “Emilio”, canta mi nombre, grítalo y convierte la noche en una fiesta interminable de alegre insomnio.
¡Grita mi nombre! ¡Grítalo! ¡GRÍTALO!